
Los abuelos, los mejores mentores y compañeros de vida
En 2017, Disney nos regaló una película animada ambientada en México en el Día de Muertos: Coco. El filme cuenta la historia de un niño que, persiguiendo su deseo de ser músico a pesar de la prohibición de su familia, acaba accidentalmente en el mundo de los muertos. Allí vive un gran número de aventuras, además de conocer a sus ancestros y de aprender la importancia de honrar a su familia.
En cuanto conocemos a Miguel, el protagonista, nos damos cuenta de que es imposible meternos en la historia sin enamorarnos de él. Miguel está muy vivo, en todos los sentidos. Miguel vive con su familia, su abuelita y Mamá Coco ¡y con su perro Dante, su mejor amigo! La familia de Miguel es humilde, lo quiere y apoya en todo…salvo en su deseo de ser músico.
Miguel quiere ser músico por encima de todas las cosas. Ensaya, crea su propio instrumento, practica y sueña. Quiere aprender y mejorar. Pero resulta que la matriarca de los Rivera, su tatarabuela Imelda, prohibió la música en la familia un siglo atrás. Por ello, su familia ve y considera la música como una maldición, especialmente su Abuelita y mentora, que es la que ostenta el título de matriarca de los Rivera. ¿Cómo puede considerar una familia entera la música como algo pernicioso? A lo largo de la película se despeja esa incógnita: no es por capricho ni egoísmo, encontramos la respuesta en la historia familiar de los Rivera.
Aunque desde el principio empaticemos con el niño y nos parezca injusta la represión que sufre en su casa, que provoca que finalmente se escape y acabe en el mundo de los muertos (¡poco peligroso, dónde va a parar!) lo único cierto es que su familia solo quiere protegerlo. El catastrofismo implícito en las advertencias y prohibiciones de la familia esconde algo más profundo: miedos ancestrales que se heredan de generación en generación, trasmitiéndose de abuelos a nietos, de padres a hijos, sin desentrañar su origen ni cuestionarse la validez de los preceptos heredados. Finalmente Miguel rompe la tradición para crear una nueva que honra los valores familiares, basada en el recuerdo, la celebración y…la música. Honra a sus mayores, pero a su manera.
Coco es en sí misma una oda a la familia. Cuestiona la obediencia ciega, mostrando -en la actitud de Miguel- que hay que ser fiel a los propios valores sin poner por delante de estos nada que nos digan otros. Aunque debamos a esos ‘otros’ respeto, obediencia y lealtad, Coco nos enseña que en cuestiones de perseguir los sueños siempre debe prevalecer el propio criterio sin importar a quién ofenda. Pero también nos enseña a comprender a las personas mayores, sus miedos y preocupaciones. Nos enseña que esos que hoy nos aconsejan también fueron niños, sufrieron desengaños y miedos. Y por lo tanto, no se les puede ni debe juzgar; se debe aprender de ellos y de sus historias de sabiduría para no perpetuar los mismos errores.
El otro tema de trasfondo en la película es el amor; hay que amar lo que se hace pero nunca hasta llegar a perder lo que se tiene y también se ama. Esto nos lo enseña la historia de Héctor e Imelda, trágica conjunción de malentendidos y traiciones que enfrenta dos amores correspondidos, el amor por la música y por la familia. Queda una enseñanza clara en la mente de los espectadores: el amor es lo que nos mantiene vivos y que nos olviden lo que nos mata; hagamos todo lo posible por honrar a los que amamos y dejar una huella hermosa para permanecer en la memoria de aquellos que nos aman.